1Juan 3 nos dice que los verdaderos hijos de Dios rehúsan ser pecadores habituales. Ellos buscan tener una conciencia limpia, confesando y arrepintiéndose de sus pecados y amando genuinamente a sus hermanos y hermanas en Cristo.
Nos podemos engañar a nosotros mismos de dos maneras:
1. Pensando que podemos seguir viviendo una vida pecaminosa después de haber sido salvados.(1)
2. Dudando de la gracia y el perdón de Dios cuando estamos genuinamente buscando seguir a Cristo.(2)
Nuestro corazón nos puede engañar, pero “Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo” (1Juan 3:19-21).
1 Juan 3 nos asegura que si pertenecemos al Señor, no serán simplemente palabras que diremos frente a una llamada desde el altar, formará parte de nuestro corazón, de nuestra mente, y de nuestras acciones. No seremos perfectos, pero estaremos buscando activamente agradar al Señor, volviéndonos de nuestros pecados y proclamando abiertamente:
“ ¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! ” 1 Juan 3:1
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(1) Una persona puede engañarse a sí misma, pensando que siempre y cuando haya hecho una confesión de fe, puede continuar viviendo como una persona no salva. La Escritura claramente refuta tal creencia (Juan 14:21; Romanos 2:13; Romanos 6; 1Juan 3:6-10).
(2) O una persona puede sufrir de falsa culpa. Cuando Satanás nos acusa, él nos recuerda nuestros pecados pasados para que dudemos del perdón de Dios. O nos pone un vago sentimiento de que no valemos la pena. Cuando Dios nos convence de pecado, es algo constructivo (2Corintios 7:9-10). Un cristiano puede sentir profunda pena por su pecado, pero habrá una razón específica (Santiago4:7-10).
Inglés: False confidence and false guilt
Traducido por: Silvia Naviliat
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