Cuando somos confrontados con el pecado, nuestra naturaleza caída quiere
excusarse, minimizarlo, o echarle la culpa a otro. Y las enseñanzas de la
cultura moderna nos alientan a hacer esto diciéndonos que somos víctimas, no
pecadores.
Se podría decir que el hombre moderno ha adoptado el “espíritu de Caín”.
En Génesis 4:1-14, Dios le
advirtió a Caín de sus actitudes pecaminosas y le dijo cómo evitar el pecado. Pero
Caín ignoró las advertencias de Dios y llevó a cabo el primer asesinato en la
historia de la humanidad, un cruel acto de celos.
Cuando Dios lo confrontó, Caín se vio a sí mismo como víctima. Él no
pensó que merecía ser castigado tan duramente y no mostró ninguna pena por el
asesinato de su hermano.
Si ese caso sucediera hoy, probablemente veríamos artículos sobre cómo
la autoimagen de Caín fue dañada por el rechazo de Dios hacia la ofrenda de
Caín. Ellos probablemente dirían que Caín sintió una presión abrumadora por ser
el “guardia de su hermano” cuando debería haber sido libre de expresar su niño
interior que estaba herido por sentimientos de inferioridad.
Estos tipos de falsas enseñanzas han reestructurado nuestra idea de la
responsabilidad personal y promovido la idea de que casi nunca es apropiado
corregir o amonestar a alguien.
El pecado es una opción. Siempre lo ha sido y siempre lo será (Santiago 1:13-15; 1 Juan 3:12; 1 Corintios 10:13).
Inglés: Confronting Sin: Understanding "The Spirit of Cain"
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