Tuve que tomar un remedio por un problema estomacal, y fui una del 10% de
personas que sufren efectos secundarios de cambio de humor y depresión con esa
droga. Mientras la tomaba, mis pensamientos eran negativos, desalentadores y
desesperanzados a veces.
Dejé de tomarlo para encontrar mejores alternativas, pero esto me hizo
pensar en otras cosas en la vida que nos “drogan”.
Por ejemplo:
Si leemos o miramos cosas con contenido negativo o pornográfico, nuestros
pensamientos cambiarán, y eventualmente nuestras acciones también cambiarán. (Salmo 101:3-4).
Lo mismo sucede con filosofías mundanas (Colosenses 2:8). Si
leemos las enseñanzas sobre “límites”, pronto estaremos culpando a los demás de
nuestros problemas y buscando la salida fácil de las dificultades en nuestras
relaciones.
Si escuchamos las enseñanzas de los ex-evangélicos, probablemente
cambiaremos nuestra opinión sobre la Escritura y el pecado. Comenzaremos a
llamar al asesinato de los no nacidos un “derecho de la mujer” y a aceptar el
estilo de vida LGBTQI+ a pesar de las advertencias amorosas de Dios sobre
estas cosas (Efesios 5:6).
Yo podía haber continuado tomando la medicina para el estómago, pero
eventualmente hubiera cambiado toda mi perspectiva de la vida. Y lo mismo es
cierto con respecto a esas otras toxinas de nuestro mundo.
¡La Palabra de Dios es la mejor medicina para nuestra alma! Entonces,
asegurémonos de estar recibiendo, por lo menos, nuestra dosis mínima diaria (2 Timoteo 3:16; Mateo 4:4).
Inglés: Are You Getting Your Daily Requirement of God's Word?
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