Cuando mi nieta Emma tenía nueve años, le encantaba jugar en mi caminador, pero
yo rara vez se lo permitía porque era demasiado chica para manejarlo con
seguridad. Una tarde me preguntó si lo disfrutaba tanto como ella.
“No,” le dije honestamente, “solo lo uso para
hacer ejercicio.”
Con sabiduría más allá de sus nueve años, me preguntó: “Por qué las cosas son
tan divertidas cuando somos demasiado chicos para hacerlas, pero no son
divertidas cuando somos lo suficientemente mayores?”
Ah! De la boca de los niños.
Los niños saben cómo disfrutar las cosas simples. Pueden jugar todo el día con una caja vieja y emocionarse con un bichito
en la vereda.
¿Qué sucede cuando vamos creciendo? Tendemos a dejarnos abrumar por las
responsabilidades de la vida y nos olvidamos de los placeres simples de la
vida.
Entonces seamos “infantiles” hoy, orando en vez de
preocuparnos y encontrando alegría y gratitud en las circunstancias simples (Filipenses 4:4-7; 1 Tesalonicenses 5:16-18).
No comments:
Post a Comment