Si levantas un medicamento en la farmacia, generalmente trae varias páginas de
detalles con instrucciones para su uso y posibles efectos secundarios, junto
con información técnica sobre la fórmula química.
Si no he
usado el medicamento anteriormente, leo todos esos detalles. Si ya lo he usado
y confío en él, no me molesto en leerlos.
Pienso que
ésta es una buena analogía para la lectura de las Escrituras.
A veces nos
encontramos con algo en las Escrituras, generalmente en el Antiguo Testamento,
que no entendemos. Ahí es cuando podemos averiguar los detalles, investigar el
contexto, chequear el idioma original, las costumbres, y el propósito del
pasaje.
Dios provee
esos detalles para cualquiera que quiera investigar, y cuando podríamos no
tener la respuesta a cada pequeña pregunta, Él nos da la información suficiente
para tener paz acerca de esos pasajes que nos confunden. A menudo yo hago esta
investigación extra para poder responder preguntas o críticas de los lectores.
Pero, para
ser honesta, he estado tomando la “medicina” de la Palabra de Dios por más de
cuarenta años con nada más que efectos secundarios positivos (Salmos 1:1-3).
Esta
investigación extra mejora mi conocimiento, pero no la necesito para confiar en
la Palabra de Dios. A diario me beneficio de los efectos sanadores de las Escrituras.
Ellas consistentemente mejoran mi bienestar espiritual, protegiéndome de
errores virales, pecados crónicos, y desesperanza terminal (Salmos 112:1; Salmos 119:93).
Lo admito,
¡soy adicta! (Salmos 119:20; Salmos119:40)
¿Y tú?
Inglés: A detailed prescription
Traducido por: Silvia Naviliat
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