Después de la muerte de su mentor, la misionera británica Gladys Aylward (1902-1970) se encontró sola en una remota villa de montaña en China, sin ningún apoyo.
Sus amigos chinos le recomendaron que le suplicara misericordia al líder Mandarín local. Pero Gladys no tenía sino harapos para usar y entrar ante su presencia con esas ropas podía costarle su vida.
No había camino delante de ella...
Una mañanas después las personas del lugar quedaron asombradas cuando el Mandarín llegó a la puerta de Gladys e insistió en que ella fuera su inspectora oficial de pies. Ella era la única mujer adulta con "pies grandes" y debía convencer a los chinos del lugar de no vendar apretados los pies de las niñas bebés.
Para hacer que ella lo ayudara, el mandarín le pagó a Gladys y le dio permiso de compartir a Cristo dondequiera que fuera.
Dios proveyó para las necesidades de Gladys para que ella pudiera rescatar a los chinos de prácticas que ataban sus pies, y sus almas.
"¡Qué hermosos son, sobre los montes,los pies del que trae buenas nuevas;del que proclama la paz,del que anuncia buenas noticias,del que proclama la salvación,del que dice a Sión: «Tu Dios reina»!" (Isaías 52:7 ,Romanos 10:15)
Qué hermosos fueron los "pies grandes" de Gladys en esos caminos montañosos de China. Que podamos usar nuestros pies para tus propósitos también, Señor Jesús.
Traducido por: Silvia Naviliat
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