Primero: Nuestra conducta debería reflejar nuestro amor por el Señor y Su Palabra.
Nuestras actitudes y acciones definitivamente son un testigo para los
incrédulos (Juan 13:35).
Pero no
debemos parar ahí. Debemos compartir palabras también.
He conocido
incrédulos que eran bondadosos, tenían gracia, y eran serviciales. Su conducta
reflejaba principios bíblicos, pero no eran cristianos.
Si tratamos a
las personas con gracia sin compartir nuestra fe, no somos diferentes a esos
incrédulos.
Eso no
significa que nos precipitemos y compartamos el Camino de Romanos con las
personas la primera vez que las vemos. Dios puede dirigirnos a compartir el
evangelio complete con un colega o vecino, pero la mayoría de las
conversaciones comienzan plantando semillas.
Podemos
ofrecernos a orar por ellos cuando nos comparten una dificultad, y podríamos
explicarles cómo Dios nos ayudó a superar un problema en nuestras vidas.
Podemos
contarles sobre algo que nos habló en nuestro tiempo devocional matutino o
contarles cómo un amigo cristiano nos inspiró con su fe. Al principio, puede
parecer difícil esparcir esas semillas en la tierra de conversaciones normales,
pero cuanto más lo hacemos, más natural se vuelve.
Si mostramos
bondad cristiana a nuestros colegas y vecinos pero nunca les hablamos de
nuestra fe, hemos desobedecido a nuestro Señor. Jesús nos dijo que viviéramos
Sus palabras, pero también nos dijo que las compartiéramos (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8; Mateo 9:37-38; Romanos 10:17; Colosenses
4:2-6; 2 Timoteo 4:2; 1 Pedro 2:9).
Nuestra
cultura actual está intentando silenciarnos, y ¡no debemos guardar silencio!
Te animo a que memorices Romanos 1:16: “A la verdad, no me
avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los
que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles.”
Inglés:One-Liners We Need to Quit Using: “We Can Share the Gospel Without Speaking a Word”
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